Por la ficción y las alfombras rojas desfila un ejército de ‘power couples’. La última, por supuesto, Rosalía y Rauw Alejandro. ¿Quién no querría ser, como ellos, vampiros, dueños de la noche y del universo? El poder, la ambición, son atractivos en pack de dos, y más cuando nadie se queda en la sombra. A veces se complica, como en Sr. y Sra. Smith, pero en general es aspiracional e inspirador. Una vez descendemos a la vida real, ¿cuánto queda de esta atracción? ¿Cómo de importante es el grado de ambición de nuestra pareja? ¿Puede funcionar si no es el mismo?
P. (26 años) cuenta que intentó salir con alguien que tenía mucha menos ambición que ella, pero no salió bien. «Me resultaba frustrante ver que no aspiraba a nada. Creo que es importante admirar a tu pareja y para eso, en mi caso, necesito que tenga ganas de llegar a más; si no, empiezo a perder el interés porque pienso que nunca va a avanzar, nunca me va a aportar nada nuevo». La admiración es igual de vital en el caso de C. (también 26 años): «Una de las claves de una relación es admirar a la otra persona. Jamás podría admirar a alguien sin ambición, que no quiera ser mejor, ganar más, vivir mejor, querer más…». El concepto general se repite en personas en la misma franja de edad (25-30 años): «No estaría con alguien menos ambicioso porque no me comprendería ni tiraría de mí hacia arriba cuando lo necesite», afirma E. «Más ambicioso sí, porque eso me haría empujarme más a mí mismo», añade I. Testimonios sin validez científica, que no suponen una muestra del global de la población, pero nos ayudan a ponerle cotidianeidad a las conclusiones de quienes han estudiado este tema.
La ambición en parejas jóvenes
Un estudio de la Fundación BBVA titulado La gestión de la intimidad en la sociedad digital reveló que la diferencia de objetivos e intereses es una de las principales causas de ruptura –elegida por el 14,7% de los hombres y el 15% de las mujeres, después del desamor y el cansancio—, según Esta cifra se acrecienta en la franja de edad entre 30 y 45 años, pero sus bases empiezan a forjarse en la década anterior. Una de las conclusiones principales del capítulo dedicado a los jóvenes (18-29 años) es que «las nuevas parejas se basan en la asociación de dos individualidades, donde cada uno ayuda a enriquecer la del otro. Se trata de un proyecto compartido en el que las dos individualidades crecen». Nadia Khamis, una de las autoras del estudio, corrobora que cada vez es más importante entre parejas que empiezan esta necesidad de que objetivos e intereses vayan alineados, de tener proyectos vitales similares. «Los jóvenes están comenzando a crear y configurar sus trayectorias vitales, un proceso que está cada vez más ligado al individualismo», explica.
Mujeres ambiciosas: una brecha de género que persiste
Otro de los rasgos que el estudio asocia a las parejas jóvenes es «una tendencia cada vez mayor hacia valores igualitarios», y esto es relevante cuando hablamos de ambición porque en las parejas heterosexuales no siempre ha sido –y no siempre es– así. Los roles de género atribuyen el papel de ambicioso al hombre, mientras que a la mujer esta característica la ha penalizado en las esfera personal y la profesional, y todavía lo hace si analizamos el global de las parejas. Un estudio elaborado en 2020 en Suecia –al que el Índice Global de Brecha de Género situaba en 2022 como el 5º país más igualitario del mundo– desveló que las mujeres que ganan menos que sus maridos tienen cinco veces más probabilidades de divorciarse si su carrera despega de repente, en comparación con los hombres que de repente se convierten en el sostén de su hogar. La ensayista y periodista Mona Chollet apunta en su libro Reinventar el amor a lo que llama la ‘maldición de los Óscar’: «Los matrimonios de las actrices galardonadas tienen una duración de vida media de 4,3 años, mientras que los de las que pierden resisten 9,5 años. Joan Crawford, Bette Davis, Halle Berry, Kate Winslet, Reese Witherspoon, Hillary Swank, Sandra Bullock: todas se separaron o se divorciaron al poco tiempo de haber sido premiadas», escribe.
¿Cómo gestionar niveles de ambición diferentes?
Para Adrián Montesano, profesor de Psicología de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC) y coordinador de un ensayo con parejas en conflicto, el problema respecto a esta brecha de género en cuanto al ‘derecho a la ambición’ reside en que el acuerdo para lograr un equilibrio sea, en lugar de explícito y claro, «implícito y sesgado por los guiones culturales, en cuyo caso más que de consentimiento hablaríamos de aceptación a un mandato social impuesto. Ahí pueden venir problemas, sobre todo con tareas específicas del hogar como puede ser la crianza de los hijos. No funciona si hay falta de conciencia, si se asume que los pesos recaen en uno u otro. Ambas partes tienen que tenerlo claro», explica. Con o sin sesgo de género, la psicóloga y sexóloga Silvia Sanz observa que, cuando se encuentran niveles de ambición dispares en una pareja, los conflictos no se generan tanto por el nivel de ambición en sí como por «la incapacidad de ponerse en el lugar del otro, comunicarse y buscar soluciones para que ambos se sientan prioritarios y se dedique el tiempo necesario a la relación, cuidándola de la misma forma que se cuidan otros aspectos del desarrollo personal o profesional».
Para manejar una diferencia de ambiciones, Sanz recomienda una comunicación sin reproches, estableciendo límites entre lo que se desea y lo que no se está dispuesto a permitir —«expresar las propias necesidades y tener en cuenta las del otro, hablar sobre cómo afecta en la práctica, a la rutina, y llegar a acuerdos»– y empatía –«entender a nuestra pareja para motivarle a lograr sus objetivos, pero recordar los compromisos en la relación para no descuidarlos»–. También anima a «buscar momentos para realizar actividades comunes tanto lúdicas como en las tareas diarias, para evitar un desequilibrio entre la carga de trabajo diaria y el disfrute mutuo».
Al hablar de ambición tendemos a pensar en la carrera laboral aunque su acepción es mucho más amplia. La RAE define el término como el «deseo ardiente de conseguir algo, especialmente poder, riquezas, dignidades o fama», pero también, más simple, como una «cosa que se desea con vehemencia». La ambición son nuestros anhelos, la imagen que proyectamos de nosotros mismos en el presente y hacia el futuro, los caminos que tomamos para alcanzarlos. La ambición muta a lo largo de la vida, toma diferentes formas y pesos, se topa con trabas. «Todos tenemos dificultades en distintos momentos de la vida y quizás las ‘power couples’ que vemos en la ficción no las muestran. La perfección en todas las áreas –económica, social, emocional, familiar…– no existe. Siempre habrá sacrificios, alguna de las facetas se verá afectada, pero esto no quiere decir que no funcione en la vida real. La clave se encuentra en compensar el desequilibrio; un reto que se puede lograr con apoyo mutuo», concluye Sanz.